¿Qué es la reencarnación?

Cómo la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo entiende la Ley de las Vidas Sucesivas.

De la redacción
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08/05/2017 | Lunes | 16:15 horas

La Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo considera la reencarnación como una Ley Universal. Por lo tanto, comprender el tema, a partir de explicaciones fundamentadas en las enseñanzas de Jesús, en Su Santo Evangelio y Apocalipsis, a la Luz del Amor enseñado y vivido por el Divino Maestro, es un camino para que podamos comprender la Misericordia presente en este mecanismo de reeducación y evolución espiritual de la Planificación Celestial.

Por ello, le invitamos a usted, que desea una explicación o que tal vez tenga algunas dudas sobre este tema, a leer este artículo y reflexionar con nosotros sobre los siguientes puntos:

— ¿Qué es la reencarnación?;

— Comprendiendo el propósito espiritual de la reencarnación;

— La seguridad del Amor de Dios;

— El amparo Divino.

El propósito no es imponer la creencia o comprensión de este tema. Respetamos tanto a quienes creen como a quienes no creen en la Ley Universal de la Reencarnación. Nuestro objetivo es brindar un conocimiento y una visión sobre este tema desde la perspectiva de la Religión del Tercer Milenio.

Si usted no tiene este punto de vista, le invitamos a leer este contenido de manera fraterna, realizando también sus reflexiones, con una mirada respetuosa y amplia.

¿Qué es la reencarnación?

Para la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo, la Reencarnación es una Ley Universal. Vea lo que nos explica el Hermano Paiva Netto en su blog:

La Reencarnación no es un castigo, sino una oportunidad que Dios concede a todos los seres humanos.

Entendemos que antes de ser seres humanos, somos seres Espirituales (Génesis, 1:27, y Primera Epístola de San Juan, 4:8). Nuestro Espíritu precede a nuestro cuerpo. Para lograr la plena realización de las capacidades de nuestra Alma, somos llamados al perfeccionamiento individual; para ello, reencarnamos en diferentes existencias, en diferentes cuerpos, como una oportunidad Divina para nuevos aprendizajes y desarrollo espiritual (lea más en el próximo subtítulo).


La doctrina de la Religión Divina nos aclara en el libro Sagradas Directrices Espirituales de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo, volumen 1, en el subtítulo “San Pablo Apóstol y la Reencarnación”:

(...) ¿Qué es la reencarnación, en sus su expresión más simple y directa? Un Espíritu necesita conocer y practicar el Bien, progresar, evolucionar y ascender tanto, tanto, que llegue a ser, como afirma San Pablo en la Epístola a los Efesios, igual a Jesús. He aquí sus palabras: “hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; hasta que lleguemos a ser un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud del Cristo” (Efesios, 4:13).

Ahora bien, ¿habrá hombre sobre la Tierra que tenga la pretensión de alcanzar similares alturas en una sola vida humana? Recorriendo la historia de la Humanidad, señálenos ¿quién ya ha llegado allí, excepto el propio Jesús? Sin embargo, San Pablo dice: “hasta que todos lleguemos (...)” ¡Todos!

Por lo tanto, si el Espíritu necesita evolucionar hasta este punto, evidentemente lo hará a través de muchas vidas en el cuerpo, en este tabernáculo en el que habitamos temporalmente, en las palabras de San Pedro en su Segunda Epístola, 1:13 y 14.

Según la perspectiva de la Religión Divina, la reencarnación es el proceso en el que el Espíritu regresa a la carne (el acto de reencarnar), después de haber vivido en el Mundo Espiritual (nuestra verdadera Patria de Origen).

Además, la necesidad de reencarnar, de renacer para progresar espiritualmente, queda evidente en el diálogo entre el Maestro de los maestros y Nicodemo (Evangelio, según San Juan, 3:1 al 7):

1 Entre los fariseos había un hombre que, entre os judíos, era muy importante. Se llamaba Nicodemo.

2 Este vino de noche a ver a Jesús, y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios como Maestro, porque nadie podría hacer estas señales que tú haces si Dios no estuviera con él”.

3 Jesús le respondió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.

4 Nicodemo le dijo: “¿Y cómo puede un hombre nacer, siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar en el vientre de su madre, y volver a nacer?”

5 Jesús le respondió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

6 Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, Espíritu es.

7 No te maravilles de que te dije que es necesario que ustedes nazcan de nuevo.
(Los destaques son míos).

Respecto al versículo 5 destacado en el pasaje anterior, el investigador y estudioso de Jesús, el escritor Paiva Netto, nos aclara en su obra literaria “Jesús y la Ciudadanía del Espíritu”, página 126:

“Nacer del agua: ‘reencarnación’, y del Espíritu: ‘la reforma íntima’, permite que nuestra Alma progrese a lo largo de los milenios, para alcanzar la Plenitud de la Sabiduría de Dios. El conocimiento y, sobre todo, el reconocimiento de este hecho trascendental cambiará positivamente la historia de los pueblos, que aprenderán las leyes fundamentales, es decir, las Divinas, que nos guían hacia la felicidad verdadera y rigen la vida de los Ciudadanos Espirituales de todos los lugares”.

En la dimensión espiritual, cada vez que regresamos, participamos en la planificación de nuestra próxima existencia en la Tierra, a partir de la elaboración de nuestra Agenda Espiritual

En esta agenda contiene los compromisos y desafíos que enfrentaremos al reencarnar, la familia y otras personas con las que necesitaremos convivir, las características de nuestra personalidad, con el objetivo de desarrollar las mejores capacidades del Alma.

Por eso, la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo entiende y proclama la Reencarnación como una expresión del Amor de Dios hacia nosotros. También una estrategia Divina para que alcancemos la felicidad plena, a partir de nuestro aprendizaje y esfuerzo.

La Reencarnación fue el proceso dinámico que el Creador estableció para la remisión de todos nosotros, seres humanos falibles, para que nos reeduquemos en cada existencia y nos liberemos de la ignorancia espiritual, que genera todo sufrimiento.

Por eso, nunca es una medida punitiva, como nos explica el Presidente Predicador de esta Casa Bendita, José de Paiva Netto, en su libro Apocalipsis Sin Miedo, bajo el subtítulo “Reencarnación, una nueva oportunidad”:

“No dejemos escapar de la memoria lo que prometimos, en la Esfera Espiritual, realizar en la Tierra en beneficio de nuestros semejantes. Generalmente, estamos eliminando errores cometidos en existencias anteriores. Quiero reiterar lo siguiente: la reencarnación no es un castigo de Dios. Al contrario, es Su misericordia concediéndonos nuevas oportunidades. Es mejor que el infierno eterno. ¿Cómo un padre va a desear que su hijo, por muy equivocado que haya estado en una vida de 50, 60, 70, incluso 100 años, pase toda la Eternidad en sufrimientos infernales, en las llamas que no se consumen?” (los destaques son míos).

Y el autor continúa con la explicación en el subtítulo “Dios, Amor y Salvación”:

“El profeta Ezequiel, aclara en su libro del Antiguo Testamento, 33:11, respecto a la posición del Padre Celestial: ‘Pues yo, su Señor y Dios, juro que no quiero la muerte del impío, sino que este se aparte de su mal camino y viva. ¿Por qué ustedes, pueblo de Israel, quieren morir? ¡Apártense, apártense de su mal camino!’”.

 

Comprendiendo el propósito espiritual de la reencarnación

La reencarnación se presenta como una gran oportunidad que el Espíritu debe aprovechar para liberarse de los desafíos causados por él mismo, si los hubiera en su pasado espiritual, reemplazando la ignorancia y el retraso por el aprendizaje y la promoción de las mejores obras, según el conocimiento adquirido de las Leyes Universales.

Entonces, sembrando las mejores acciones para reemplazar o sublimar el dolor con iniciativas que generarán consecuencias benéficas en su destino espiritual, en la Tierra y en el Cielo de la Tierra, el resultado es que se acerque cada vez más a su Creador.

El propósito de la reencarnación es ayudar en nuestra evolución. Por lo tanto, cuanto mejor se aprovechan las oportunidades en nuestra vida, más avanza el Espíritu en el conocimiento y en la vivencia de los valores solidarios divinos, que son las lecciones del Santo Evangelio y Apocalipsis de Jesús.

En línea con esta afirmación, el escritor Paiva Netto escribe en su libro Jesús, el Profeta Divino, pág. 60, bajo el subtítulo “Rompiendo barreras”:

“El número de vidas sucesivas no es suficiente, sino lo que hacemos con ellas. Hay quienes maduran espiritualmente más rápido que otros. Una y otra vez, la Conciencia de Dios, esa luz encantadora que no crea sombra, al iluminar a muchos, asfixia la retracción de las mentes oscurecidas por la conducta humana tardía en el nivel común de la existencia terrena. Sin embargo, la Verdad siempre abre caminos, rompe barreras, derrumba muros, porque es de Dios”.

La seguridad del Amor de Dios

Es importante saber qué es la reencarnación desde la perspectiva de la Suprema Orden del Cristo Planetario, Su Nuevo Mandamiento:

“Ámense como Yo los he amado. Solamente así podrán ser reconocidos como mis discípulos, si tienen el mismo Amor unos por los otros” (Evangelio, según San Juan, 13:34 y 35).

Este es el Nuevo Mandamiento, traído por Jesús hace más de dos mil años, en Su primera venida visible a la Tierra. Podemos comprender la profundidad de esta enseñanza en el libro Los muertos no mueren, página 446, en el que el Hermano Paiva nos brinda importantes aclaraciones:

No es suficiente solo saber que el mecanismo de las vidas múltiples es una realidad. Es esencial tener la vivencia de la Orden Suprema del Cristo —“Ámense como Yo los he amado. No hay mayor Amor que donar la propia vida por sus amigos” (Evangelio, según San Juan, 13:34 y 15:13). (...)”

Notemos el siguiente punto: tener conocimiento sobre la reencarnación es un paso importante, ya que el aprendizaje aclara, libera y orienta mejores elecciones. Sin embargo, es igualmente esencial vivenciar este conocimiento, porque es el amor el que iluminará nuestras decisiones, tornándolas verdaderamente mejores para nosotros y para los demás.

Este es el camino que debemos seguir. Por eso, en cada reencarnación, tenemos la oportunidad de mejorar nuestro interior, a través de la corrección de nuestras actitudes. 

Es necesario aprender a amarnos unos a otros basados en el Nuevo Mandamiento de Jesús, a respetarnos y a vivir honestamente, por ejemplo. Buscando el ejemplo del Cristo de Dios como inspiración. De esta manera, podremos vivir el Reino de Dios dentro de nosotros y con nuestros semejantes, (San Mateo, 6:10), por lo tanto, el Reino de Amor, de Paz, de Justicia, de Integridad, de todo el Bien más elevado.

Por lo tanto, la reencarnación constituye en un importante mecanismo de la Justicia Divina (donde no hay impunidad), que permite al transgresor de las Leyes Celestiales corregir sus propias faltas.

Y, aliados a la Justicia de Dios, está el Amor y la Misericordia Divina. Cuanto más se dedique el Espíritu a la práctica del Bien, mayor será su progreso evolutivo, hasta integrarse plenamente a la Voluntad del Padre Celestial, sin perder su libre albedrío, tal como lo vemos en Jesús (Evangelio, según San Juan, 10:30).

San Pablo Apóstol afirma en su Epístola a los Efesios, 4:13, como leímos anteriormente, que todos están predestinados a esta realización espiritual, a través del mecanismo de las vidas sucesivas.

El amparo Divino

En la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo aprendemos que nadie está desamparado en su evolución.

La Providencia Divina brinda auxilio de las más diferentes formas, como la oportunidad de adquirir conocimiento espiritual, la presencia de amigos del Mundo Espiritual Superior a nuestro lado, así como la compañía de personas que nos rodean —familiares, amigos, médicos y psicólogos—, todos los que nos apoyan y motivan espiritualmente a avanzar hacia Dios, incluso en los momentos difíciles de la vida.

Por eso es tan importante ser conscientes de qué es la reencarnación y cuál es su papel en nuestra evolución espiritual. Esto marca toda la diferencia para actuar con prudencia y sabiduría durante nuestra vida en la Tierra y en el Cielo de la Tierra.

 Aprovechemos todo este apoyo para encontrar la fuerza para superar adicciones, preocupaciones profesionales o problemas familiares, que nos están causando daño, por ejemplo.

Y así comprobamos, a través de la experiencia diaria de perseverancia y determinación en el Bien, la validez de esta afirmación del Hermano Paiva Netto: “Tan pronto como haya Vida, habrá salida. Y la Vida es eterna”.

Reforzamos: estamos preparados antes de reencarnar en la Tierra para cumplir los compromisos asumidos. No volvemos predestinados al fracaso ni es una broma del Padre Celestial. Dios nunca crearía un mecanismo para ofendernos u oprimirnos.

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