El fin del mundo ha sido un tema tratado con frecuencia por diversos pueblos. Muchas veces, esta temática es abordada en la Ciencia, en la Religión, en la Filosofía, y también en otras áreas del conocimiento humano. Otros pueden identificar las perspectivas políticas, las advertencias ecológicas, los enfoques artísticos y cinematográficos.
Todos poseen respetables puntos de vista, además, muchos de ellos, cuando son dados de forma responsable, sirven de advertencia para la forma en que tratamos al planeta, los recursos naturales y humanos y, principalmente, a nuestro Espíritu.
Sin embargo, el cuestionamiento aún se hace presente: ¿sucederá el fin del mundo? ¿El mundo acabará?
Para responder a estas cuestiones, partiremos de las enseñanzas universales de Jesús, que, en la visión de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo1, es el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista.
¿Qué dijo Jesús sobre el fin del mundo?
Vamos a recurrir al Divino Estadista, en el relato del Evangelista San Juan, 1:1 al 3:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por medio de Él fueron hechas, y nada de lo que ha sido hecho fue hecho sin Él: Jesucristo”.
Él es “el Testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios”, como también relata el evangelista-profeta, en el Apocalipsis de Jesús, 3:14.
Puesto que el Cristo es la autoridad máxima en el asunto, ¿qué es lo que Jesús dice sobre el fin del mundo? “Con anticipación milenaria”, según la afirmación del Presidente Predicador de la Religión del Tercer Milenio, José de Paiva Netto, Jesús narra en su Sermón Profético hechos que, de cierta forma, ya ocurrieron y ocurren con una intensidad cada vez mayor.
“Y será predicado este Evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. (Evangelio, según San Mateo, 24:14).
Sobre estas palabras del Divino Maestro, explica Paiva Netto, en su artículo El Fin de los Tiempos y los perseverantes en Jesús:
“¿El fin de qué? ¿Del planeta? Bien, de la manera en que los seres humanos están actuando, incluso puede generar miedo. Pero, todo esto ya estaba registrado en el Apocalipsis. Vemos allá que, después que sucedieren tantas cosas escabrosas, terribles, sembradas por nosotros, surgirá en el mundo, conforme la promesa contenida en el Libro de las Profecías Finales, 21:1: ‘Y vi un nuevo cielo y una nueva tierra, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe’.
Es decir: el planeta no será extinto. Gracias a Dios, no lograremos destruir nuestra única morada. No obstante, ‘pocos hombres quedarán’, en el decir del notable Profeta Isaías, 24:6. Preparémonos, por lo tanto, para una profunda transformación”.
De esta forma, el escritor presenta el Libro de las Profecías Finales como el anuncio de esa “profunda transformación”. Allí, en esta carta de un Amigo, como predica la Religión del Tercer Milenio, Jesús prepara a la humanidad para ese momento.
Antes del “Nuevo Cielo y la Nueva Tierra” hay orientaciones y advertencias del Cristo dedicadas a las Siete Iglesias de Asia (Apocalipsis, capítulos 2 y 3), que representan las diversas etapas de desarrollo espiritual, humano y social de la humanidad.
También en el relato apocalíptico encontramos la exposición de los sentimientos y actitudes particulares y públicas de los seres humanos, revelados por Jesús al abrir los Sellos (capítulos 5 y 6), con sus graves consecuencias anunciadas en las Trompetas (capítulos 8, 9 y 11) y consumadas en los flagelos (capítulos 15 y 16).
Al mismo tiempo, varios otros acontecimientos suceden en el Cielo, con profundo impacto en la Tierra para la madurez ética de los seres Espirituales y Humanos, culminando con el Regreso Triunfal de Jesús al Planeta Tierra (capítulos 1:7 y 22:7, 12 y 20).
Por lo tanto, el mundo tendrá que enfrentar todos los hechos anunciados por el Apocalipsis, porque son las consecuencias de la propia siembra humana (buena o mala) y jamás un castigo de Dios. Sim embargo, eso no significa que el mundo acabará.
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El Regreso de Jesús como garantía de que el mundo no acabará
Este acontecimiento, el más feliz de la historia, es la clave para entender que el mundo no será destruido, como revela Paiva Netto, en su libro Jesus, o Profeta Divino [Jesús, el Profeta Divino]:
“(...) El mundo no acabará, a menos que los seres humanos inquietos lo precipiten a tal destino. Y más, lo que puede extinguirse o disminuir mucho es el número de la raza humana. El planeta, no; a menos que un gran cuerpo celestial choque contra él. Y no estoy siendo pesimista, en relación a los hechos venideros, porque el propio Apocalipsis, que es de Dios, finaliza con un grito a la Vida (22:20 y 21):
20 El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo sin tardanza. Amén. ¡Ven, Señor Jesús!
21 La gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros y para todo siempre. Amén.
En cuanto a todo lo que está anunciado, permanezcamos tranquilos, pues el Profeta Divino es quien dirige. Ahora bien, Jesús vuelve gloriosamente, y vuelve para algo que continúa existiendo, el planeta Tierra”.
Jesús es la mayor certeza de que el mundo continuará existiendo, no obstante, la Tierra estará transformada y mucho mejor de lo que vemos en los días actuales (¡gracias a Dios!). Él mismo promete que volverá para ese “Nuevo Cielo y Nueva Tierra”. Aun en el libro Jesús, el Profeta Divino, escribe el autor:
“Ahora bien, repitiéndolo, para que se fije bien: si Jesús vuelve, ciertamente el planeta no sucumbirá. ¡Que así sea! Guarden bien lo que Juan describe, en el primer versículo del capítulo 21: ‘Vi un Cielo nuevo y una Tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe’”.
Alguien puede pensar que al hablar del descenso de esos horizontes y territorios nuevos se entiende la destrucción de los primeros. Pero la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo se vale de la siguiente argumentación planteada hace décadas por su inolvidable Proclamador, Alziro Zarur (1914-1979), y que Paiva Netto registró:
“Zarur explicaba que un propietario inteligente no va a destruir su vivienda (en este caso, el mundo) debido a los malos inquilinos, pero sí va a apartarlos de ella. Es justo”.
De esta forma, apartados los malos inquilinos, se reforma la casa, donde permanecen los Bienaventurados por el Profeta Divino que dará según la Ley del Libro de las Profecías Finales, “de acuerdo con las obras de cada uno” (Evangelio, según San Mateo, 16:27 y Apocalipsis, 20:13).
En su Sermón del Monte, el Educador Celestial enseña: “Bienaventurados los pacientes, porque ellos heredarán la Tierra” (Evangelio, según San Mateo, 5:5). Naturalmente, después de la depuración necesaria, como aclara el libro Jesús, el Profeta Divino.
En cuanto al tema, Paiva Netto presenta en la obra referida la palabra del Dr. Bezerra de Menezes (1831-1900), médico, político, taumaturgo brasileño y coordinador en el Mundo Espiritual de la Revolución Mundial de los Espíritus de Luz, en la Cuarta Revelación, la Religión Divina.
El noble Espíritu así se expresó en el prestigioso periódico O Paiz, en el siglo XIX:
“(...) El planeta continúa cambiando, tan solo de condición; subiendo de orden, pasando, por ejemplo, de mundo de expiación, como son la Tierra y muchos otros planetas, a mundo de regeneración, como son los que le están por encima, y nuestra aspiración debe ser la de ascender, porque allí se hace el progreso humano, entre risas y flores, y no más a costa de dolores y torturas, como en el purgatorio.
El planeta, pues, continúa, no acaba, como creen los que interpretan las Escrituras por la letra (...). El Juicio Final es, en Espíritu y Verdad, la separación o distinción de los que tienen el toque para acompañar al planeta en su [nueva] ascensión, y de los que no lo tienen”.
Jesús desea que todos mejoren, entonces, hagamos nuestra parte en el perfeccionamiento de nuestros sentimientos, por medio de las buenas actitudes diarias. Por lo tanto, no será necesario temer el fin de los tiempos (ni el fin del mundo), sino estar alertas a los acontecimientos transformadores, como advierte Paiva Netto en su artículo El Fin de los Tiempos y los perseverantes en Jesús:
“Donde el Amor no logra establecerse, el dolor viene y actúa. Y, a veces, actúa de forma avasalladora, por la urgencia del cuerpo que delira, arde en fiebre, tomado por la infección que necesita
la intervención quirúrgica urgente.¡La siembra es esa, mis amigos! Pero, en compensación, durante milenios, muchos sembraron el Amor, la Verdad, la Justicia, el Trabajo por la armonía de los seres espirituales y humanos. También esos recibirán su premio, el patrimonio augusto, en este cierre de ciclo, que determinará finalmente la desaparición de la civilización de la rapiña y del odio”.
Oremos y trabajemos hoy por un futuro mejor. Así, concretaremos la majestuosa profecía del Apocalipsis (11:15):
“El Reino del Mundo ha venido a ser el reino de nuestro Dios y de Su Cristo, y Él reinará por los siglos de los Siglos”.
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1 Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo: También denominada Religión del Tercer Milenio y Religión del Amor Universal. Se trata de la Religión Ecuménica de Brasil y del mundo.