“He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo”. ¿Qué significado tiene esas palabras de Jesús?

Acompañe un estudio bíblico sobre esa y otras enseñanzas de Jesús en Su Carta a la Iglesia en Laodicea (Apocalipsis, 3:14 al 22).

Rafael Ramalho
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19/03/2021 | Viernes | 17:20 horas

“He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo...”.

Imaginemos una casa. Una familia reunida, protegida de los peligros externos, está cenando y conversando animadamente. La mesa está llena, los rostros satisfechos por la oportunidad rara de encontrarse. De repente, el sonido de la conversación ruidosa y animada es interrumpido por un leve golpe en la puerta.

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Cuando Jesús afirma: “He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo”, en la Carta a la Iglesia en Laodicea (Apocalipsis, 3:14 al 22), la literalidad de la escena descripta anteriormente nos hace pensar en el lugar donde nos sentimos seguros, donde guardamos nuestros afectos, nuestras convicciones, nuestros valores. 

Carta de Jesús a la Iglesia en Laodicea

Esa es una de las instigadoras Cartas que Jesús brinda a las siete Iglesias de Asia, a quien Él direcciona el Apocalipsis, el libro de la Revelación. Por tratarse de revelación, el último libro de la Sagrada Biblia trae importantes conocimientos sobre nuestra vida, del mundo donde vivimos y a los destinos que creamos con base en el buen o mal uso de nuestro libre albedrío. 

De esa forma, si antiguamente las siete Iglesias de Asia eran literalmente comunidades geográficamente ubicadas, hoy su significado se amplía hacia toda la humanidad, en sus diferentes etapas de evolución ética, social, política, filosófica, artística, deportiva, científica, etc.

En definitiva, el Amor del Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, comprende a toda la humanidad, como nos enseña el Hermano Paiva Netto, Presidente Predicador de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo, en su serie El Apocalipsis de Jesús para los Simples de Corazón.

Conozca más sobre la historia de la Religión del Amor Universal en la prédica del Apocalipsis de Jesús.

Por esta razón, siendo un mensaje del Amor de Jesús, el Libro de las Profecías Finales no puede ser visto como un libro de terror.

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Según enseña el escritor Paiva Netto, un estudioso de los escritos sagrados y de la vida Espiritual y humana desde hace más de seis décadas

“El Apocalipsis no fue escrito para aterrorizar con la oscuridad del misterio, sino para iluminar los caminos de nuestra vida, porque Apocalipsis significa Revelación”.

Tela: Sátyro Marques (1935-2019)

    

En esa Carta a la Iglesia en Laodicea, Jesús, después de presentarse como “el Testigo Fiel y Verdadero, el principio de la Creación de Dios” (3:14), nos invita a una seria reevaluación del propósito de nuestra existencia.

Debemos mirar alrededor bajo una nueva perspectiva, más interesante y real, pero que, muchas veces, no estamos dispuestos a hacerlo. Esta nueva visión se presenta de manera elocuente en el versículo 17:

“Tú dices: ‘Yo soy rico; he llegado a tener muchas riquezas. No carezco nada’. Pero no sabes que eres un desaventurado, un miserable, y que estás pobre, ciego y desnudo”.  

Por más que estemos rodeados de todo lo que dignamente fue construido con nuestro esfuerzo y que eso nos brinda una buena calidad de vida (casas, autos, y otros bienes materiales), hay un momento en el que nuestra Naturaleza Divina —pues somos Espíritu— clama por atención. 

Y mientras esto no sucede, o no identificamos la razón del vacío, la búsqueda incomprendida de algo más puede colocarnos a merced de un consumismo que, de hecho, nada nos da, a pesar del valor que una parte de la sociedad le atribuye, como, por ejemplo: estatus, poder, fama, entre otros.

De esta manera, lo que hace Jesús en la Carta a la Iglesia en Laodicea es proteger a sus discípulos de la frustración, quitando el significado falso de las cosas, para brindar a sus amados seguidores algo mayor como en el versículo 18: 

“Para que seas realmente rico [del conocimiento espiritual comprobado por la experiencia], Yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego,vestiduras blancas, para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez [con las actitudes inspiradas en Él, cubrir nuestro carácter, protegiéndolo espiritualmente]. Unge tus ojos con colirio, y podrás ver [con la luminosidad de Aquel que tiene ‘ojos como una llama de fuego (Apocalipsis, 1:14), es decir, la clarividencia capaz de ver las cosas como, de hecho, son]”.

Con el fin de traer mucho ánimo, dice también el Amigo Sincero, en esa Iglesia de muchas advertencias:

“A todos los que amo, Yo los reprendo y los castigo; así que, muestra tu fervor y arrepiéntete” (3:19).

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Para entender mejor el razonamiento, cabe aquí citar una reflexión más del escritor Paiva Netto, en su artículo El Señor del Futuro:

“(...) Es precisamente la Profecía que nos reconforta, porque consolar es también advertir, avisarnos del peligro que corremos si nos alejamos del comportamiento ético bendecido por el Creador e intrínsecamente deseado por Sus criaturas, creyentes o ateas (...)”.

Y, entonces, he aquí que Jesús, en el momento crucial del aprendizaje introductorio a las profecías más graves del Apocalipsis, como los Sellos, las Trompetas y los Flagelos, nos hace una invitación fortalecedora de cómo nutrirnos para que recorramos los capítulos siguientes debidamente abastecidos por el sentido mayor de la existencia que Él vino a traer a la Tierra con su Mandamiento Nuevo: 

Ámense como Yo los he amado. Solamente así podrán ser reconocidos como mis discípulos, si tienen el mismo amor unos por los otros” (Santo Evangelio, según San Juan, 13:34 y 35). 

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Y prosigue el Cristo, en el Apocalipsis, 3:20:

He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, Yo entraré a su casa, y cenaré con él, y él, conmigo”.

Disertando sobre esas palabras de Jesús, escribe el Presidente Predicador de la Religión Divina, en su artículo La Libertad infiere templanza:

“Jesús llama a la puerta. AbrámosLe el camino para que, con Él, podamos disfrutar del alimento y del agua espirituales que nos bastarán por toda la Eternidad. De esa forma, nunca más sentiremos escasez de lo que nos hace fuertes, conforme el Evangelio, según San Juan, 6:35 y 51: ‘Yo soy el Pan de la Vida. Quien viene a mí de modo alguno tendrá hambre; y quien en mí cree jamás tendrá sed. (...) Yo soy el Pan Vivo que descendió del Cielo. Si alguien come de este pan, vivirá para siempre’ (...)”.

Notamos aquí el profundo respeto del Cristo a nuestro derecho de elegir, pues Él nos dice: “Yo te aconsejo”, “llamo a la puerta”. Porque la decisión pertenece a nosotros.

Tela: Carl Bloch (1834-1890)

Detalhe da obra intitulada: O Consolador.

Nosotros somos los que podemos abrir nuestra mentalidad a los asuntos Divinosestudiando y viviendo el Santo Evangelio y el Apocalipsis del Amigo Celestial, y fortalecer nuestra vida y nuestras relaciones con la riqueza moral y espiritual que el Cristo nos brinda, llamando a nuestra puerta.

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