Todos los seres humanos, en algún momento de nuestra existencia, enfrentamos situaciones desafiantes que forman parte de la vida. A veces, los desafíos se presentan en las relaciones familiares, en la crianza de los hijos, en el campo de la salud o en lo financiero, por ejemplo.
Y cuando los problemas aparecen, alguien puede preguntarse: “¿Por qué Dios permite el sufrimiento?”, “¿por qué tengo que pasar por este dolor?”. Este post se propone presentar algunas respuestas a estas preguntas.
El Presidente Predicador de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo1, José de Paiva Netto, aclara sobre este tema, en su libro Cómo Vencer el Sufrimiento:
“Dios permite el dolor, no para nuestra ruina, sino como remedio eficaz para los males que nosotros mismos, muchas veces, construimos. El dolor existe para devolvernos el equilibrio del Alma, como la fiebre es la reacción del organismo a la invasión de la enfermedad”.
Por lo tanto, el dolor tiene el propósito de auxiliarnos y “devolvernos el equilibrio del Alma”. Así que, frente a una dificultad, el primer paso es emplear el propio esfuerzo para no caer en el sentimiento de insurrección, que no resolverá el problema, sino que puede agravarlo, ocasionando otros males, como la desesperación y la ansiedad.
Es importante destacar que el dolor y el sufrimiento no son los únicos caminos (como veremos más adelante en el texto) para adquirir la madurez. Pero, cuando estos aparecen, siempre traen valiosas lecciones.
Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, enfrentó tantos desafíos en su Primera Venida Visible a la Tierra. Él mismo es el ejemplo de que perseverar en el Bien es la gran respuesta a todo tipo de sufrimiento, porque Él venció y mostró que todos podemos alcanzar la verdadera victoria.
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Respecto a las dificultades que todos enfrentamos en la vida, y que no surgen en nuestro destino por casualidad, Jesús afirmó:
“En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, Yo he vencido al mundo” (Evangelio del Cristo, según San Juan, 16:33).
¿Por qué existe el sufrimiento?
No piense que Dios desea nuestro sufrimiento, o el de quienes amamos. ¡No es así! “Dios es Amor”, como escribió San Juan el Evangelista y Profeta, en su Primera Epístola, 4:8. Por lo tanto, el “Padre-Madre Celestial” no crea el sufrimiento.
Somos nosotros mismos quienes trazamos los desafíos de nuestra existencia antes de reencarnar, en el Mundo Espiritual. Usted puede preguntarse: pero ¿por qué yo misma o yo mismo crearía un dolor?
Ante todo, comprendamos que “estamos en cuerpo, pero somos Espíritu”, como proclama la Religión del Tercer Milenio. De esta manera, nuestra existencia comienza incluso antes de esta experiencia material y no se extinguirá con el fenómeno de la muerte.
Aún en el Mundo de la Verdad, donde disfrutamos de la conciencia sobre qué especie de aprendizaje necesitamos desarrollar para nuestro crecimiento espiritual, y a través del cual nos traerá gran Felicidad y tranquilidad de Alma, nosotros trazamos un plan de vida llamado Agenda Espiritual.
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Esa agenda la hacemos nosotros, con el apoyo de los Espíritus de Luz, siguiendo un criterio Divino. Esos amigos espirituales nos desean la felicidad y conocen nuestros desafíos individuales, pero también la gran capacidad que tenemos para resolverlos.
En esta, también se incluyen las situaciones que necesitamos rescatar y vencer, como resultado de desacuerdos y errores que cometimos en vidas pasadas. Es la Ley de Acción y Reacción, aplicada no como castigo, sino en beneficio del propio ser.
Notemos, también, que la agenda espiritual es dinámica, ya que todos tenemos libre albedrío, que es el derecho a elegir nuestras acciones, que siempre traerán sus respectivas consecuencias (buenas o malas). La agenda espiritual es una guía, no una amarra. Porque, durante la existencia, estamos en todo momento reconstruyendo nuestro camino.
“Todos los días son días de renovar nuestro destino”, afirma Paiva Netto.
¡Dios no crea el sufrimiento!
No es el Padre Celestial quien crea las dificultades en nuestra existencia. Sin embargo, Dios permite el sufrimiento —cuando nosotros mismos elegimos y construimos esta condición— como un proceso pedagógico, en el que cosechamos lo que sembramos en esta o en otras existencias.
De hecho, el sufrimiento no es necesariamente la única forma de aprendizaje. No obstante, por impulsarnos a la revisión de nuestros hábitos y a la mejora de nuestras acciones, trae resultados eficaces a nuestro crecimiento espiritual.
El escritor Paiva Netto, en su libro Jesús, el Dolor y el origen de Su Autoridad – El Poder del Cristo en nosotros, en el subtítulo “El Dolor es la liberación del Alma”, nos brinda importantes aclaraciones sobre el entendimiento del dolor:
“Tanta gente padece en la existencia terrenal. Pero podrá disfrutar el beneficio de varias encarnaciones mientras siga siendo necesario ese medicamento para su Alma en evolución. Después recibirá la recompensa eterna de la conciencia tranquila del deber bien cumplido.
“No sirve de nada huir del Dolor. El secreto para evitarlo es no provocarlo. ¡¿De qué manera?! Respetando la Ley Divina. Por esto, es necesario conocerla bien. Se trata de un estudio fascinante e infinito.
“Ovidio (43 a. C. - 17 o 18 d. C.) comprendió la lección del sufrimiento:
—‘Soporta y persevera, que ese dolor acabará por ser de gran provecho a ti’”.
Cuando, al fin, aprendemos la lección, el Dolor desaparece, porque la “enfermedad espiritual” que nos afligía ya no existe más, porque supimos eliminar de nosotros los factores que la motivaban.
¿Cómo transformar el dolor en victoria?
¡Créalo! ¡El sufrimiento que usted está pasando cesará! Esto no significa que los problemas dejarán de existir, sino que se refiere a la postura ante estos.
Entonces, ¿qué hacer para no ser derrotado por las dificultades del camino? ¡Seguir el ejemplo del Gran Amigo de la Humanidad! Jesús pasó por el dolor de la crucifixión (sin merecer ni siquiera el sufrimiento), resucitó y venció por Amor a la Humanidad.
Es el Cristo quien fraternalmente nos advierte:
“Con su perseverancia salvarán sus Almas” (Evangelio, según San Lucas, 21:19).
Por esta razón, el suicidio nunca será una solución. Al contrario, este hecho agrava aún más los problemas, trayendo serias consecuencias al espíritu, además del triste impacto a los que se quedan.
Como afirmaba el inolvidable Proclamador de la Religión Divina, Alziro Zarur (1914-1979): “El suicidio no resuelve las angustias de nadie”.
Al persistir en el Bien (sin desanimarse de vivir), usted percibirá cuánto aprendizaje conquistó y cómo se fortaleció. Sabiduría que se extiende a quienes estuvieron a su lado. Lección aprendida por Santiago Apóstol, que escribió en su Epístola Universal, 1:12:
“Bienaventurado el que soporta, con perseverancia, la prueba; porque, después de haber sido aprobado, recibirá la corona de la vida, la cual el Señor prometió a quienes lo aman”.
Envíe sus dudas y comentarios sobre este y otros temas del quehacer diario a la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo. ¡Permita que la Espiritualidad Ecuménica forme parte de su vida! Y si este contenido le hace bien a usted, ¡compártalo! También podrá tocar el corazón de muchas otras personas.
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1 Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo: También denominada Religión del Tercer Milenio y Religión del Amor Universal. Se trata de la Religión Ecuménica de Brasil y del mundo.