Para muchos, el acto de educar a un niño para que no reproduzca la violencia en la sociedad parece cada vez más difícil y complejo. Por desgracia, vemos en los días de hoy que las influencias negativas concurren, muchas veces de forma injusta, con las estrategias de los padres en la educación de sus hijos.
No obstante, es posible mejorar esta realidad, a través de la vivencia del Amor Fraterno. ¿Cómo? “Es necesario desarmar los corazones humanos desde la infancia”, enseña hace muchas décadas el Presidente Predicador de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo1, José de Paiva Netto.
Sobre de este concepto, explica en su artículo Desarmar los Corazones:
“Es necesario desactivar los explosivos, detener los rencores que insisten en alojarse en los corazones humanos. He aquí el gran mensaje de la Religión del Tercer Milenio, que se inspira en el Cristo, el Príncipe de la Paz: desarmar, con una fuerza mayor que el odio, la ira que dispara las armas. Se trata de un trabajo de educación de amplio espectro; más que eso, de reeducación. Y esa energía poderosa es el Amor —no el aún incipiente amor de los hombres—, sino el Amor de Dios, del que todos nosotros necesitamos alimentarnos. Tenemos, en nuestras manos, la más potente herramienta del mundo, capaz de evitar los diferentes tipos de guerras, que nacen en el Alma del ser viviente, cuando está enferma”.
Por eso es tan necesario promover la educación para la Paz. Al fin y al cabo, recibir a un niño es un compromiso, sobre todo, espiritual. Los padres, biológicos o adoptivos, no solo tienen la responsabilidad legal de educar a sus hijos. Nosotros creemos que hay un vínculo que va más allá de las leyes materiales, que es el resultado de un compromiso asumido con Dios y que debe ser honrado.
Debido a esto, ese cuidado debe estar presente ya en el periodo de gestación. Al mismo tiempo en que cuidamos de la alimentación, de las actividades físicas y de los medicamentos —que pueden influir en la formación biológica y neurológica del bebé—, es necesario que la madre (y toda la familia) oren, tomen buenas decisiones sobre los lugares que frecuentan, las músicas que escuchan, las palabras que dicen a los que los rodean y tantas otras situaciones que pueden crear un ambiente positivo. Después de todo, se ha demostrado científicamente que todo esto es captado por el bebé aún en el útero materno.
Actitudes para erradicar la violencia
La preocupación por educar con afectividad, alejando a los niños de la violencia, continúa durante toda la infancia. Los padres tienen que estar atentos ante los primeros signos de sentimientos negativos de sus hijos, que pueden aparecer en un conflicto entre hermanos o compañeros, actitud de bullying, el maltrato a los animales, la falta de compasión por el sufrimiento de los demás y tantos otros ejemplos de situaciones. La atención a estos comportamientos es muy necesaria, porque los padres pueden tener más dificultades para percibirlos bajo la justificación de que los niños aún son “demasiado pequeños” para ello.
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Enseñar a los hijos que no se debe insultar al otro, que no es correcto reírse del amigo cuando él se cae o está triste, que las palabras también lastiman a la gente (aun cuando no dejan heridas visibles), son simples actos que hacen la diferencia en la educación para toda la vida. Por este motivo, es fundamental que los padres sean buenos ejemplos y que construyan un diálogo saludable con los niños.
Es importante tener en cuenta que los responsables deben ser firmes cuando exista la necesidad de corregir un comportamiento. Hay decisiones que no dejarán a sus hijos felices en ese momento, pero que serán muy útiles en su formación. Sin embargo, que esta firmeza esté cargada de Amor, que los niños perciban, a través de los ejemplos de sus padres, que los quieren bien y por eso los educan.
“El corazón se vuelve más propenso a escuchar cuando el Amor es la base del diálogo”, explica el Hermano Paiva Netto.
¡Educación y reeducación en Jesús!
En el Evangelio de Jesús, según San Lucas, 6:43, se encuentra esta afirmación del Educador Celestial: “Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni el árbol malo dar frutos buenos”. Por lo tanto, promover la Paz es una edificación de toda la familia y comienza por los padres. Para fortalecer los lazos, mejorar el ambiente del Hogar y buscar la inspiración para educar bien a los hijos, nada mejor que hacer la lectura del Evangelio y del Apocalipsis de Jesús. En la Religión del Amor Universal ellos son estudiados en Espíritu y Verdad, a la luz del Nuevo Mandamiento de Jesús:
“Amaos como Yo os he amado. Solamente así podréis ser reconocidos como mis discípulos”, Evangelio, según San Juan, 13:34 y 35.
Para este estudio, realice, al menos una vez por semana, un momento de Oración, la Cruzada del Nuevo Mandamiento de Jesús en el Hogar.
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Los padres deben cuidar bien de las semillas que Dios les dio, con Amor, con las correcciones necesarias. Así, ellas germinarán y se convertirán en árboles frondosos que darán buenos frutos a la sociedad. Estos frutos van a desarmar los corazones. ¡Sí! Esta es también una misión de los padres, la de criar a sus hijos para que desarmen los corazones y trabajen por la Cultura de Paz, para una sociedad Solidaria, Altruista y Ecuménica.
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1 Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo — También denominada Religión del Tercer Milenio y Religión del Amor Universal. Se trata de la Religión Ecuménica de Brasil y del mundo.