Cuando nos acordamos de la Navidad, ¿qué nos viene a la mente? Regalos, adornos, compras, cena, familia, Jesús, Caridad...
Lamentablemente, la mayoría de nosotros aún confunde el orden de prioridad de estos componentes de la Navidad. Corremos el riesgo de clasificar también en ese mismo orden los sentimientos y las expectativas, poniendo los mayores deseos en el consumo, considerando que es lo mejor, lo más esperado en la Navidad.
Otra confusión que necesitamos evitar es la de imaginar que esta fecha, así como tantas otras, implica olvidarse de los dolores y sufrimientos, engañándonos con actitudes que nos distraigan de la reflexión sobre lo que significa el nacimiento de Jesús y la necesidad de reeducarnos. El Presidente Predicador de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo1, José de Paiva Netto, en su artículo La Navidad de Jesús y los Derechos Humanos, nos explica:
“La Navidad no es época de olvidar los problemas, sino de pedir la Inspiración Divina para solucionarlos”.
La Navidad es de Jesús
En la Religión del Tercer Milenio creemos que no es necesario abandonar las tradiciones navideñas para vivenciar el Amor enseñado por Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, y que la práctica de este ambiente fraterno debe extenderse a todos los días del año, garantizando que la Navidad de Jesús sea permanente.
Porque, en esta época es común encontrar a las personas más dispuestas al Bien, hay una exaltación a los buenos valores y sentimientos. Basta recordar que cerca del 25 de diciembre hay un inmenso deseo por la confraternización, las personas se vuelven más misericordiosas y amables; se acuerdan de los menos favorecidos y perdonan más (y también piden perdón).
Estos sentimientos son dignos del propio Cumpleañero de la Navidad: Jesús, el Divino Amigo. En Su Evangelio, según San Juan, 13:13 al 15, Él nos concedió una de las mayores y más valiosas lecciones de humildad, al afirmar:
“Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque Lo soy. Pues si Yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que así como Yo os he hecho, vosotros también hagáis”.
Además de eso, muchos son los relatos de la trayectoria del Cristo que nos enseñan los mejores sentimientos a ser preservados y así vencer los desafíos del día a día.
Al final, ¿cuántos conflictos habrían sido evitados si hubiéramos utilizado la misma humildad del Educador Celestial en reconocer y amparar a aquellos que están a nuestro alrededor? Y es por eso que la Navidad es de Jesús, siempre ha sido así y siempre lo será.
¡Feliz Navidad Permanente de Jesús!
Sobre el noble sentido de esta fecha, escribe Paiva Netto, en su artículo Jesús, el Cristo Ecuménico y Su Regreso Triunfal:
“Salve, pues, la Navidad Permanente de Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, por esto, Aquel que, gravitando por encima de las discordias humanas, generosamente, aplaude el valor que existe en todos los sectores de la vida humana, cualesquiera que sean, la Educación, la Política, la Filosofía, la Ciencia, la Economía, el Arte, el Deporte, etc., a despecho de cualquier diferencia. Que la Paz de Dios fortalezca a todas las familias y los lugares de aquellos que piensan vivir solos, cuando, sabiéndolo o no, están acompañados por sus dedicados Ángeles Guardianes. Y que juntos luchemos, bajo los auspicios de la Paz, como preconizaba Alziro Zarur (1914-1979), ‘¡por un mundo mejor y por una Humanidad más feliz!’”.
El desafío está planteado: que podamos extender el Verdadero espíritu de Navidad (siendo más solidarios, humanos, misericordiosos), durante todo el año, y no solo cuando finaliza. Vamos a confraternizarnos y perdonar, siempre, cumpliendo en cada uno de nosotros la promesa del Divino Amigo:
“He aquí, Yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis de Jesús, según San Juan, 21:5).
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1 Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo: También denominada Religión del Tercer Milenio y Religión del Amor Universal. Se trata de la Religión Ecuménica de Brasil y del mundo.