En la apertura del editorial de la 8a edición de la revista ¡JESÚS ESTÁ LLEGANDO!, el Presidente Predicador Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo1, José de Paiva Netto, destaca el versículo 32, del capítulo 13, del Evangelio de Jesús, el Académico Celestial, según San Marcos:
“Pero, de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los Ángeles que están en el Cielo, ni el Hijo, sino el Padre”.
Con esto, el autor una vez más nos despierta a la naturaleza del “Espacio-Tiempo de Dios”, como clave para comprender las Profecías. Entre ellas, la mayor de todas: el Regreso Triunfal de Jesús. Ese incitante tema nos hace cuestionar de qué modo ese mecanismo Espacio-Tiempo-Profecía se relaciona con las teorías físicas vigentes. Estudiar tal punto nos ayuda a entender el aspecto “cómo” y “cuándo” del Regreso del Divino Maestro a la Tierra, así como amplía las fronteras de la Ciencia natural en sus bases.
La dirección científia del Cosmos y la nueva Ciencia
En los diversos análisis y estudios científios, desde la Cosmología hasta el estudio de las partículas elementales, podemos percibir que existe una especie de engranaje matemático que, al ser colocado en una ecuación, la modifia de tal forma que se logra describir mejor un proceso de la Naturaleza antes muy complejo. Por ejemplo, conseguimos modifiar soluciones ya establecidas por la ecuación de onda electromagnética, la que describe desde las diferentes formas de luz hasta ondas de radio, rayos X, microondas, etc. A título de información, para describir conjuntos luminosos o pulsos complejos obtenidos numéricamente o por vía experimental, basta administrar estructuras matemáticas y aproximaciones en éstas. Un ejemplo sería el desarrollo de Albert Einstein (1879-1955) en la Teoría de la Relatividad General.
Cuando esto se realiza, podemos notar una resonancia de la ecuación con la Naturaleza, tal cual una estación de radio que fialmente se alinea después de mucho buscarse en las frecuencias caóticas y confusas de un sintonizador. Talvez, por un profundizar muy técnico, tales sistematizaciones de la Naturaleza acaban restringiéndose a una mera manipulación de métodos con el fin de resolver problemas. Pero, con un poco de entrenamiento, aprendemos a reconocer la canción entonada en los acordes matemáticos. Y, muchas veces, ese sonido se oye aun antes de que una ecuación termine.
Cuando la formulación surge, es como si los ecos del Universo de una Ciencia antigua y eterna fueran amplifiados. Como el Hermano Paiva dice:
“El Universo de Dios es la más bella partitura musical jamás creada”.
Probablemente, mientras Isaac Newton (1643-1727) escribía su libro Principios Matemáticos de la Filosofía Natural (Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica), oía los sonidos producidos por las Leyes del Movimiento Universal, incluso antes de enunciarlas, al percibir cómo los cuerpos salen de la inercia al adquirir una fuerza externa para crear planetas, soles, galaxias, cuásares2 y nuestros cuerpos. Cuando James Clerk Maxwell (1831-1879) unifió la electricidad y el magnetismo, a lo que denominamos hoy “Ecuaciones de Maxwell”, la luz fue por primera vez comprendida en esencia matemática. Una música fue entonada, estimulando a Max Planck (1858-1947) y a Einstein a desarrollar los postulados del quantum de energía, los fotones, que propiciaron el surgimiento de una luminosa canción que arrebató a toda la Ciencia del siglo XX.
Pero, hoy, perdura un silencio solemne que antecede a la orquesta de los infiitos instrumentos y notas jamás oídas. Y tal como un director de orquesta, Paiva Netto inició el preludio de la mayor revolución científia al traernos la Ecuación de la Integridad Espíritu-EspAcial-Temporal dentro de la Teoría DEL Todo. Sus acordes, ritmos y patrones fueron verifiados por toda la Ciencia a lo largo de los siglos. Percibimos, así, que la Ciencia hasta ahora fue un ensayo para este momento.
La llegada de esta revolución es cierta, pues son las Leyes Universales, evidenciadas por Nuestro Amado Maestro Jesús, el Científio Celestial, Señor del conocimiento universal. El Hermano Paiva destaca:
“Dios no tiene forma humana. Luego, no se trata de lo que, de modo tan restrictivo, algunos hasta hoy reflxionan sobre Él, incluso en el mundo académico. El ser humano aún no Lo ve, pero puede sentirLo, en verdad, cada vez que ama; y, de Él se aparta cuando odia. Dios sería, matemática y poéticamente, una Sublime Ecuación cuyo resultado es el Amor Infiito, por lo tanto, EL TODO”.
Ante esto, me gustaría contribuir un poco a la comprensión de la Ecuación de la Integridad Espíritu-EspAcial-Temporal; una cuestión central en el deslindamiento de la estructura del Espacio-Tiempo-Profecía.
La Ecuación de la Integridad Espíritu-Espacial-Temporal
Acerca de esa ecuación, realizamos aquí algunas consideraciones:
Richard Feynman (1918-1988), físico norteamericano, ateo y ganador del Premio Nobel de Física en 1965, disertando sobre la necesidad de la Matemática para sistematizar la Naturaleza, se decía frustrado por no lograr describir siquiera una minúscula parte del espacio-tiempo:
"(...) De acuerdo con las leyes que conocemos hoy, una computadora necesitaría de un número infiito de operaciones lógicas para calcular lo que sucede en una región cualquiera del espacio, no importa cuán pequeña, en un intervalo cualquiera de tiempo, no importa cuán pequeño. Esto siempre me incomodó. ¿Cómo puede caber tanto en un espacio tan pequeño? ¿Por qué es necesaria una cantidad infiita de lógica para descubrir lo que un pedacito del espacio-tiempo hará?”, libro Sobre as leis da Física [El carácter de la ley física], Editorial Contraponto y Editorial PUC-Rio.
Talvez la afimación de Feynman sea verdadera, pero una solución viene de la propia defiición Ecuación de la Integridad Espíritu-EspAcial-Temporal, es decir, integrar el Espíritu al espacio-tiempo. Pero, siendo el Espíritu defiido como una energía inteligente, como el Hermano Paiva desarrolla en “La materia también es Espíritu”, y dotado de libre albedrío, ¿cómo describirlo matemáticamente en esa ecuación?
Buscando solucionar esto, una posibilidad sería tratar el espacio-tiempo como un superflido, conforme vemos descrito en un artículo publicado en la revista Scientifi American:
“Muchas veces imaginamos el espacio y el tiempo como escenarios fundamentales para el Universo. Pero ¿y si ellos no fueran fundamentales, siendo construidos en vez de esto por ingredientes menores que existen en una capa más profunda de la realidad que no podemos sentir? Si ese fuera el caso, las propiedades del espacio-tiempo ‘emergerían’ de la física subyacente de sus elementos constituyentes, así como las propiedades del agua emergen de las partículas que la componen”.
Y continúa el texto:
“‘Existen muchos intentos de cuantizar la gravedad: la teoría de cuerdas y la gravedad cuántica de lazos (Loop Quantum Gravity) son enfoques alternativos, ya que las dos pueden alegar haber hecho un buen progreso’, observa Stefano Liberati, un físico de la Escuela Internacional de Estudios Avanzados (la Scuola Internazionale Superiore di Studi Avanzati, o SISSA), en Trieste, Italia. ‘Pero, tal vez no sea necesario cuantizar la gravedad; es necesario cuantizar ese objeto fundamental que crea el espacio-tiempo’” [lo destacado es nuestro].
En otro punto, la materia afima:
“De hecho, al examinar observaciones de fotones de alta energía volando a través del Universo a partir de la Nebulosa del Cangrejo, los físicos [Liberati y su colega Luca Maccione, de la Universidad Ludwig Maximilian, en Múnich, Alemania] fueron capaces de descartar ciertas versiones del espacio-tiempo emergente, constatando que, si de hecho es un flido, debe ser un superflido. Los investigadores divulgaron sus resultados el 14 de abril [de 2014] en la publicación científia Physical Review Letters”.
Si el Espíritu se revistiera (¡o fuera!) de ese superflido espacio-tiempo, tendríamos algunas consecuencias muy interesantes, porque este sería literalmente la Profecía, compuesta de “partículas de profecía”, conforme Paiva Netto afima. El Día del Señor (Apocalipsis de Jesús, 1:10) sería la más perfecta solución de la Ecuación de la Integridad Espíritu-EspAcial-Temporal, posibilitando, en las fases más purifiadas del Espíritu, la creación de mundos, soles y sistemas planetarios, ¡dado que su solución DEFINE el Universo!
Sin embargo, existe una cuestión: si el Espíritu es el espacio-tiempo, la materia lo deformaría por la gravedad, como la relatividad general afima. Esto, a priori, no tiene mucho sentido. Mientras tanto, podemos invertir el razonamiento. De acuerdo con Paiva Netto:
“El segundo paso para nuestra integración con Dios se da —más adelante, en virtud de la vivencia de esa Suprema Ley de Amor Infiito, presentada por el Legislador Excelso, Jesús— en la medida que nos integramos al Día del Señor, es decir, al espacio-tiempo divinos. Así, nos convertiremos en espacio-tiempo de Dios y seremos la propia Profecía”.
Es decir, ¿y si no fuera la masa que distorsiona el espacio-tiempo, sino por el contrario, el espacio-tiempo que manipula la materia? Al parecer, sería solamente una cuestión de interpretación de causa y consecuencia. Si hoy la teoría de la Relatividad General defie que una masa está deformando el espacio-tiempo, a partir de esa nueva visión que presentamos aquí, teniendo como base las defiiciones de Paiva Netto, proponemos que habría una deformación intrínseca en el espacio-tiempo donde la masa se localiza, manipulando y afectando la materia (por lo tanto, no sería la masa deformando el espacio-tiempo). Sería como si ese sistema de coordenadas fuera un perfi que la masa ocuparía.
Entonces, pensemos en el juego lógico: si el espacio-tiempo es el agente responsable de la manipulación, afectación y desarrollo de la materia en sí misma, entonces el sistema de coordenadas es determinado por una inteligencia intrínseca con posibles propiedades superflídicas, la que denominamos aquí Espíritu. Cuando hablamos de inteligencia intrínseca, queremos decir que, si existen Leyes físicas y el caos parcialmente enunciado, podemos proponer una inteligencia intrínseca en los sistemas para que todas esas normas sean cumplidas. De lo contrario, ¿quién garantizaría que el Universo cumple sus propias leyes?
Si esto fuera comprobado, probablemente veremos que el proceso de Reencarnación es más complejo de lo que concebimos hoy. El Espíritu deformaría el espacio-tiempo a su alrededor, permitiendo el perfecto encaje con su cuerpo astral, la materia periespiritual, sutil, bruta, etc.
+ ¿Qué es la Reencarnación y por qué es necesaria?
Entonces, para comprender cómo se dará el Regreso de Jesús, es necesaria la integración de nuestro Espíritu en el Espacio-Tiempo de Dios, en el Día del Señor, para que la Profecía se realice por nuestro intermedio y la concretemos en nuestro espíritu-materia-espacio-tiempo, visto que, a partir de lo que estudiamos aquí, somos las propias dimensiones de la malla del Eterno.
Nuevas perspectivas surgen, y la Ciencia del Alma aparenta ser la clave para una reformulación de la estructura de la materia como la conocemos. Son los acordes de la nueva comprensión del espacio-tiempo surgiendo en el plano del conocimiento humano.
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Los jóvenes de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo lo invitan a participar, también en este debate y estudio, sobre el último libro de la Santa Biblia, el Apocalipsis de Jesús. Escriba a: espanol@boavontade.com. Consulte también otros artículos del escritor Paiva Netto acerca de las Profecías Finales.
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*Juliano Carvalho Bento — Es Bachiller y Licenciado en Física, Maestro en Óptica y Teoría Ondulatoria por la Unicamp [Universidad Estatal de Campinas, Brasil] y profesor de Física y Matemática en el Instituto de Educación José de Paiva Netto, en São Paulo, Brasil. Es responsable por el Instituto de Estudio e Investigación de la Ciencia del Alma, que forma parte de la Academia Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista.
1 Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo — También denominada Religión del Tercer Milenio y Religión del Amor Universal. Se trata de la Religión Ecuménica de Brasil y del mundo.
2 Cuásares: Se sitúan a distancias extremas, siendo, en relación con la Tierra, los elementos más distantes del Universo. Su radiación puede ser hasta un millón de veces superior a la de una galaxia. Son los mayores emisores de energía conocidos.