Se habla mucho sobre las consecuencias del cigarrillo para la salud del cuerpo. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, de 2019, la epidemia del tabaco es una de las mayores amenazas a la salud pública que el mundo ya enfrentó y mata a la mitad de sus usuarios.
El tabaco es responsable por la muerte de 7 millones de personas al año. Más de 6 millones de ese número son personas que hacen uso directo de la sustancia, mientras que cerca de 890 000 casos son de no fumadores, niños, jóvenes y adultos expuestos al humo del tabaco, conforme afirma al Organización.
Y, a pesar de ser alarmantes, tales datos representan solo la punta del iceberg, pues existen implicaciones que van mucho más allá de lo que los ojos humanos pueden ver.
Se trata de las consecuencias que marcan al cuerpo espiritual de todos nosotros, nuestro espíritu.
De esta manera, en defensa de la vida del Ser Humano y de su Espíritu Eterno, es imprescindible advertir a todos sobre las calidades de las elecciones hechas en el presente, para entender los graves resultados que sucederán, aun después del fenómeno de la muerte.
El uso del cigarrillo trae graves consecuencias espirituales.
Las consecuencias espirituales del tabaquismo
La Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo1 entiende que al encarnar recibimos de Dios, el Padre Celestial, un cuerpo para la vestimenta del espíritu.
Si expusiéramos nuestros organismos a sustancias tóxicas, como el cigarrillo y otras drogas (lícitas o ilícitas), fatalmente el cuerpo físico y el espíritu responderán a la acción con graves enfermedades.
Y también con el pasar del tiempo y con la muerte del cuerpo físico, el espíritu continuará exigiendo su regeneración, en búsqueda de su equilibrio original.
Además, una vez encarnados, es necesario preservar al máximo la salud del Alma y también la del cuerpo físico, de manera equilibrada, para que el tiempo y las oportunidades sean bien utilizadas por todos.
Ya que si comprometemos la salud física en virtud de malos hábitos cultivados deliberadamente como el vicio del cigarrillo, se considera que la persona, por la perspectiva espiritual y humana, es suicida a mediano y largo plazo, pues acortó su existencia y desaprovechó la vida dada por Dios para su evolución espiritual.
Y, al escoger esto, el sufrimiento del remordimiento y de la culpa no cesará. Uno de los grandes equívocos de quien permanece con los vicios maléficos es la ilusión de que la muerte es la fuga garantizada.
Después del fallecimiento, no solo la vida, sino el dolor continuará más intenso y real de lo que se imaginaba.
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El vicio más allá de la muerte
Otro factor importante a considerarse es la constante interacción que existe entre los espíritus encarnados en la Tierra y los desencarnados en el mundo espiritual. Aunque vivan en diferentes dimensiones, existe constantemente el diálogo y la vinculación a través de la calidad de los pensamientos, sentimientos y hábitos.
En la medida en la persona se involucra en comportamientos de riesgo — como por ejemplo el vicio —, está sujeta al acercamiento de espíritus aún usuarios de esas sustancias, visto que el hecho de pasar por el fenómeno de la muerte no anula las acciones buenas o malas que hayamos tenido en la materia.
Nuestros vicios también pueden acompañarnos en el mundo espiritual.
La renovación de cada uno viene de la perseverancia y de las actitudes decididas en el Bien. Una vez que estamos vinculados por medio de esa costumbre perjudicial, los espíritus nos empiezan a acompañar con el objetivo de sostener sus propios vicios del pasado, ocasionando, así, graves perjuicios para los seres encarnados, que raramente perciben tales influencias negativas.
El activista de la Revolución Mundial de los Espíritus de Luz, Dr. Bezerra de Menezes, en un mensaje dirigido a los padres2, psicografiado por el sensitivo Legionario Chico Periotto, advierte lo siguiente:
"Abominen el cigarrillo o cualquier otro tipo de vicio que genere la destrucción de sus vasos físicos. Aconsejen a aquellos que comparten sus vidas (y por desventura padezcan esos males) que dejen a un lado esos vicios, porque la cantidad y la calidad de espíritus inferiores que se aproximan cuando estamos vinculados a personas o situaciones presas a la fracción vibratoria tan peligrosa es terrible. ¡Ustedes no pueden imaginar lo nocivo que es esto!".
La comprensión de esta realidad espiritual es antigua. El propio Cristo de Dios en Su Evangelio nos llama la atención sobre el diálogo espiritual entre los mundos (de la Tierra y del cielo):
“Cuando el espíritu impuro sale del hombre, anda por lugares áridos, procurando reposo; y al no encontrarlo, dice: Volveré a mi casa, de donde salí; y, al llegar, la encuentra desocupada, barrida, adornada. Entonces va, y lleva consigo a otros siete espíritus peores que él (espíritus obsesivos), y allí entran y habitan; y así el último estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. (...)” (Evangelio de Jesús según San Mateo, 12: 43 al 45).
Es necesario que cuidemos de nuestro hogar, nuestra casa y, por sobre todo, de la morada de nuestros sentimientos y pensamientos, nuestro interior.
Porque la presencia y la influencia de esos espíritus, aún presos a los vicios humanos, se establece también de acuerdo con la fuerza física y espiritual de que disponemos: nuestra salud.
Y existen muchas formas de preservar nuestro interior, manteniéndolo saludable. En el libro de las Revelaciones, el Apocalipsis de Jesús, el Divino Amigo de la Humanidad nos trae la invitación para ofrecer el alimento espiritual que necesitamos:
“He aquí que estoy a la puerta, y golpeo; si alguien oye mi voz, y me abre, entraré en su casa, y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis de Jesús, 3:20).
Y esta amistad demuestra que el amparo celestial existe para todos los dispuestos a la renovación de sus hábitos y a la redención de sus caminos. Escuchemos a Aquel que se presenta a nuestro espíritu ofreciéndonos la eternidad, el compañerismo verdadero que necesitamos. Así clama la Religión del Amor Fraterno:
“Quien confía en Jesús no pierde su tiempo, porque Él es el Gran Amigo que no abandona al amigo en medio del camino”.
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1 Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo: También denominada Religión del Tercer Milenio y Religión del Amor Universal. Se trata de la Religión Ecuménica de Brasil y del mundo.
2 Mensaje publicado en la revista ¡Jesús Está Llegando!, la revista ecuménica de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo, edición 108, p. 46.
Versión: Heriberto Fleitas
Revisión: Luci Teixeira